Hacer un gol es el momento más importante de un partido de fútbol. Puede notarse, si se quiere, y si no es tu equipo el que está jugando, la expresión primitiva de ansiedad, alegría, dolor o rabia que adquieren los asistentes al estadio (o los espectadores televisivos) cuando el balón pasa la línea de la portería rival, o propia, y sube el marcador en la pizarra electrónica.
Es en este momento cuando se resume en un instante casi orgásmico, todo lo que se ha conservado de esa mezcla bárbara y civilizatoria que nos legaron los maestros griegos y romanos acerca del espectáculo deportivo. Es una reacción que la modernidad no ha podido tocar, sencillamente, porque apela a ese deseo salvaje de expresar sentimientos que tiene el ser humano por naturaleza. Sigue leyendo